domingo, 14 de septiembre de 2014

Himno al Sol





¡Oh deidad, oh soberana, oh Sol,
yo me postro a tus pies, yo me humillo ante ti!
No cesaré de elevar mis brazos al cielo azul
y recitar cánticos en tu honor con el pecho abierto
con el pecho desgarrado y ardiente.
En mis brazos porto brazaletes
innumerables joyas adornan mis manos
y un collar destella en mi cuello.
Mis cabellos son espesos y largos
y sobre mi áurea cabeza 
ciño una sobresaliente corona de oro.
¡Juro por mis cabellos, juro por el brillo de mis pupilas,
por las tempestades y las noches, por los mares y las tormentas,
juro que mi canto es el prolongado grito que crepita enloquecido sobre los montes 
juro que mi canto es cada espiga de trigo que crece sobre la anchurosa tierra
juro que mi canto es la vida de cada rama floreciente, la vida que se alza con cada brote de hierba!
¡Juro que mi canto está más allá, más allá, más allá,
y que más allá, sobre la espesura y los abismos, mi canto retumba sin fin!
Por la belleza, gloríate de mí, regia soberana, sométeme:
¡yo me humillo ante la belleza acabada y perfecta!
Celebro mis victorias, mis hazañas, mis glorias.
Celebro cada alimento que germina del cielo, cada bocado que de la tierra recojo.
Celebro con mis embriagadas manos cada puñado de amor que en mi alma has encendido.
Si me retiro, besaré el suelo delante de mí.
Si me retiro, realizaré una reverencia con la cabeza.
Si me retiro, me postraré entera sobre la tierra.
¡Oh deidad, oh soberana, oh Sol,
yo me postro a tus pies, yo me humillo ante ti!
Soy un ser dichoso, un ser digno, un ser altivo,
mi cabeza elevo a los cielos, mis ojos remonto muy alto hasta verte.
De ti lleno es mi pecho, de tu luz mis ojos destellan,
de ti mi boca desborda y mis cantos fluyen para acompañar a los seres.


....


La oración del corazón pagano es muy distinta de la del cristiano. La del pagano, adora; la del cristiano, ruega. 

No es humildad lo que aquí aparece, sino más bien adoración, loca adoración. La adoración de un ser que se sabe dichoso y feliz, pero que sucumbe completamente ante lo que le es con mucho superior. Es desbaratarse completamente, entregarse plenamente ante aquello que se ama sin fin.

El ser dichoso no se humilla porque se sienta menos o débil, o pobre, o desdichado, o malo, se humilla porque, sintiéndose mucho, fuerte, pleno, feliz, bueno, sabe que hay algo que con mucho lo supera.

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