Lo divino es el supremo bien. La felicidad absoluta le es
connatural. Para aquel que se ha elevado hasta descubrir que él mismo es lo
divino, que todo lo que puede nombrar y no nombrar es lo divino, y que él, como
ser individual, y la multiplicidad de seres, en realidad no existen, sino que
son ilusorios, y que lo único real es la unidad absoluta e indivisa de lo
divino, sobreviene la paz. Algunos hablan del temor a Dios e infunden miedo en
las almas. No conozco mayor idolatría que esa. El bien absoluto, lo puro, lo
mejor, lo que siempre es óptimo, no debe ser temido, sino amado. ¿Cómo la dicha
puede ser temida? ¿Cómo puede temerse la felicidad y la pureza? Para el que
confía en lo divino, para aquel cuya confianza es real, lo divino es siempre
benéfico. Sabe que todo se reduce al bien y que, tarde o temprano, lo que
parece mal u oscuridad sedera paso a la luz, y ninguna injusticia ni mal
prevalecerá. Sabe que lo divino, en su beatitud sublime, está más allá de todo.
Sabe que el ilimitado amor, que es lo divino, la compasión sin límites, es
realmente ilimitada, y todo mal infernal queda reducido a cenizas. No teme por
su futuro ni por el de nadie, pues lo que ocurra debe ocurrir y es lo mejor que
podría ocurrir pese a las apariencias: todo tiene una razón de ser. Comprende
que el mal no existe más que en su mente, que toda desgracia es ilusoria.
Quienes profesan la existencia de un infierno eterno no tienen fe en lo divino,
ya que colocan junto a la eternidad de lo divino otra eternidad. Pero solo lo
divino es eterno y enteramente real. Además, quien cree que la individualidad
perdura, y que un individuo puede ser feliz en sentido último mientras otro es
desgraciado, no ha comprendido que la unidad divina, donde todo es felicidad
ilimitada, no es fragmentaria y no excluye a ningún ser -porque no tiene límite-, sino que los implica a
todos, no como individuos aislados, sino como el único ser que en realidad son:
lo divino único, simple, inmutable, indivisible. La dicha es para todos los
seres, o, mejor aún, para el único ser real en todos ellos. Lo demás es negar
la unidad.
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